jueves, 22 de marzo de 2012

20 segundos

La llama se comía el espacio vacio que la separaba de la lata y yo presentía lo que iba a pasar (un adulto que hizo de su personalidad un miedo monstruoso a lo que no hay que hacer).
Una explosión seca y la risa de todos mientras José se quejaba de algo. El brazo le colgaba de un poco de tejido que no se había cortado, dando la apariencia de un árbol hachado hasta el punto en que esta por caer. Una sonrisa maligna que se dibuja donde el daño es irreversible.
Corro y lo levanto dispuesto a ir al hospital, pero el camino es extraño, el colectivo es extraño, la gente es extraña y mi sueño se mezcla con uno que no me pertenece. Una de las características mas especiales de lo que se denomina pesadilla, es que la realidad entera esta en nuestra contra. Se puede respirar la maldad como algo consciente que opera para que nos retiremos de lo que tenemos propuesto. Nunca actúa, pero como dios, es una presión constante que desgasta al que cree en su existencia. Siempre latente, metiéndose hasta los huesos. Hasta convertirnos.

Los médicos no lo podían curar, y la mugre del hospital empezaba a hacerse mas visible en el momento en que una sombra iba cubriéndolo todo.

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