martes, 18 de agosto de 2015

La flecha entró por el deltoides

Tardaron en sacarme de encima ese mundo de oscuridad y espacios eternos (con sus ecos eternos) que se pierde con el cordón umbilical. Flotaba a mi alrededor como una nube densa y todo lo que tocaba lo teñía de sí, transformando mi infancia en algo confuso y un poco amorfo.

Tenía pesadillas recurrentes, pero no las contaba y sabía que no eran imágenes aisladas, sino gente que me visitaba del otro lado, que me venía a buscar, que quería decirme algo... Y yo gritaba y cuando estaba despierto sabía que no entendía el mensaje del todo porque el terror del otro lado me confundía en este mundo nuevo y material.

Me acuerdo de no poder dormir con los pies estirados por miedo a que el perro en el pie de la cama me comiera. Y de ver el sombrero de una bruja sobresaliendo desde detrás de la puerta esperando a que me durmiera.

Pasé mis dos primeros años de primaria sin decirle una sola palabra a las maestras. Me limitaba a mover la cabeza y a hacerme pis de vez en cuando.

Esas épocas fueron tan fuertes en mi vida que pasé la adolescencia buscando el terror que había reemplazado por un mundo de muebles y gente y convenciones que solidificaban el ser, pero solo encontré idas y vueltas entre la risa ridícula y la depresión de estar tan lejos de la nube oscura y de los que me visitaban cuando cerraba los ojos.
Y de tanto llamarlos volvieron a presentarse y cuando los vi a la cara el miedo fue tan grande que les dí la espalda y los llamé por otro lado.

Siempre escribí sobre el vacío porque no lo puedo terminar de tolerar. Porque no lo puedo dejar ir. Porque entonces no tendría nada, y la nada es vacío, y el fin de mi búsqueda.
Y siento esa angustia tan grande de acordarme del otro lado, y al mismo tiempo saber que estoy en este, y que una cosa no me deja disfrutar de la otra.

Y del vacío que significa buscar el vacío. Y de la estupidez de saberlo. Y así hasta que del otro lado me corten el cordón umbilical y vuelva a casa.


Estuve intentando acordarme del miedo. De las máscaras que me mostró. De las que pude arrancar.

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